jueves, 25 de junio de 2009

Cuento- Erdaa compadre, tronco de pea


Autor: Jorge Galvis cantillo - Instituto MARLIAN de El Banco, Magdalena.


Era las 1:15 AM de la madrugada del sábado cuando mi compadre Rafael Ernesto De La Espriella Seberine mejor conocido en el combo como “el rafa” se estaba pegando unos tragos conmigo, Hugo Fernando de la Cruz más conocido como “el chirri ” entre los amigos y en la sociedad “olla de presión “ porque todo los cueros los ablanda, porque eso si mujer, que se atraviese mujer que no perdono, porque yo soy como el dermatólogo: al grano, pero bueno yo de mi vida no le vengo hablar porque no termino, pero préstele atención a este cuento.

Resulta pasa y acontece mi compadre Rafa, me llamó tipo siete de la noche a mi casa como de costumbre todo los sábados ya saben para que, “a beber” porque nosotros en el fin de semana somos como “el ñato mama ron”, entonces quedamos que nos viéramos a la diez de la noche en la discoteca de siempre, la popular Tropicana la más bacana. Era la diez y Salí pa´ la discoteca espere que llegará mi compadre me tomé una fría pa´l calor, miré mi reloj era la diez y quince minutos cuando de pronto veo en la puerta dos hembra linda y si adivine…. quien era: mi compa´e Rafa que traía dos hembras, una en cada mano, mi compa´e me la presentó y me dijo “chirri” como están, yo le respondí como la canción de villazon 90-60-90.

En ese momento como buen costeño la saque a bailar a una de ella, y lo mejor fue que colocaron fue una champeta, pero eso no importo le pregunté su nombre y me dijo Felina y en mi cabeza pensé mmm con ese nombre debe ser gata, como buen “chirri” que soy la cogí de la cintura la apercollé bien que quedaré la pierda derecha mía en medio de la dos piernas de Felina , bien pegadito que quedáramos boquita con boquita, ombligo con ombligo y de ahí pa bajo ya se lo deben estar imaginado. Y la voy ajustando bailamos diez disco seguido y eso, pare porque ella me dijo sino la hubiera hecho sudar hasta por las uñas de la manos. Eran la dos de la mañana cuando mi compadre Rafa ya estaba cogido llegando a 3:15, ya estaba hablando mucho lo normal de él cuándo se emborracha. Pero mi compa´e también tiene lo suyo cogió a la hembra de él y le pego su ajustada bailando más de quince minuto, no joda como será de lo que bailaba, que bailaba más que loco en cambión. Por mi parte como buen costeño firme, e chao p´alante y parrandero estaba parliando a la hembra la popular Felina, erdaa esa hembra no sabía que hace y si adivine que paso se la dejo ahí como dice Diomedes, no mentira la bese porque ustedes saben de este pechito ninguna mujer se salva, me la entrompe le pegue su ajustada de diez minuto hasta dejarle la boca reseca porque uno lo primero que tiene que hacer es marcá a la mujer con el sello de uno, porque cuando uno es buen caballo come hoy, mañana y siempre.


El Rafa tiro la toalla, no quería más trago era como las tres de la madruga y mi compadre me dejó solo tomando con las hembras y me enganchó a tomá, como será de lo que tomamos que desde la tres hasta la cinco de la madrugada nos tomamos cinco litros de Old Parr superior entre los tres y eso que el último me lo tome yo solo, porqué la dos hembras también tiraron la toalla, como será de la peaa que estaba más prendido que “uy uy uy” el loquito borrachin cara pintada, que el “macho macho” y todo ese combo de locos en carnavales . Ya era las cinco y media cuando me tocó lo más pesado de toda fiesta: recoger borrachos; lleve las dos hembras y mi compadre a la casa de él porque no sabía donde vivían las dos hembras. Caminado pa´ mi casa me da cipote hambre y entonces pare y me puse a pensar que estará abierto a esta hora y dije: ya se, la plaza de la Almotacén, erdaa cuando llegue pedí un plato de mondongo , cuando veo ese plato de mondongo estaba verde fluorescente, parecía un mondongo de hace una semana pero eso no importa, me lo comí, el mondongo olía más feo que la alcantarilla de la esquina ocho, si ahí, ya se imaginaron donde y después le fui dando mate a la empanada, al buñuelo y a la popular morcilla en el amanecer con un jugo de naranja puro por si me caía pesado, me bajara por la vía del ñango y no me subiera por la vía de la boca. Terminé de comer y me fui tranquilo para mi casa como dicen barriga llena corazón contento.


Y este ha sido una historia más del popular “chirri” alias el cloro porque…

se las dejo ahí.


CUENTO - SEQUÍA


Autor: Oscar Argüelles - IED José Barros - El Banco.


No había llovido en siete meses, la tierra que antes brotaba de sus entrañas exuberantes árboles y flores fragantes y que generaba bienestar entre las personas, ahora estaba completamente resquebrajadas y seca.

El sol en su cenit lanzaba rayos con ímpetu abrasador como queriendo evaporar todo tejido vivo. El único pozo del pueblo del cual todas las personas tomaban el agua necesaria para sus quehaceres ahora estaba sin una gota del vital liquido, y a su alrededor solo se veía miseria y desolación, el arado era completamente inútil, en sus lejanías se vislumbraba hectáreas y hectáreas de nada, el polvo que se levantaba al pasar la brisa caliente era como un fantasma que venia por las almas de los animales, los que alcanzaban a quedar en pie tenían las carnes pegadas a los huesos o caían moribundos como si esa fuera la única salida.

Veinte casas conformaban el pueblo y subsistían cincuenta personas; las casas no habían sido remodeladas desde su construcción, en su mayoría estaban construidas de bahareque y los techos de pajas estaban desgastados y resecos, sólo los murciélagos daban cuenta de su existencia, gracias al penetrante olor a mierda que expelían todo el tiempo.

A las afueras del pueblo había una casucha, la más carcomida por los ejércitos de termitas que asechaban día y noche; en esta vivía Ana, una señora de baja estatura, piel ajada y sus ojos reflejaban el paso los tiempos y sus cambios funestos: - y aquí vamos de nuevo- Dijo al ver el cielo por donde pasaba un batallón de aves de carroña; puso una vasija de peltre en su fogón, el cual estaba conformado por tres piedras y una parrilla, luego paso a barrer el polvo del frente de su casa como de costumbre, mientras las aves de rapiña se fueron posando sobre un asno muerto.

Entró en su morada con un poco de miedo, bajo la vasija del fogón se sirvió la desconocida infusión en un vaso con fondo oxidado, y así continúo haciendo y deshaciendo hasta agotar su último aliento. Se fue a dormir.

Al día siguiente ya despierta preparó su bebida, barrió, entró y se fue a lavar sus pocos andrajos, al instante notó que no había suficiente agua, en un ataque de furia maldijo el pueblo en donde descansaban sus ancestros. Así que salió corriendo de su casa, no tuvo que ver con nada solo quería ver a alguien para darse cuenta de que no era la única en tal situación.

Al pasar por la casa más cercana en donde estaba un taburete recostado, vio como este saltó por los aires cuando don Domingo lo pateó, ahora se veía como un monstruo, en su juventud había sido el galán del pueblo, al verla reaccionó y le gritó: -¿pa´ onde va? –

Ana sin muchas ganas levanto el rostro y farfulló: - que vaina-, disimuló su malestar, lo saludo, al fin y al cabo que se podía hacer, él le brindo una silla y ella accedió al tiempo en que comenzaba a hablar de otras épocas: - Recuerdas Domingo aquellos tiempos en donde este pueblo manaba leche y miel? –

- Si… como no…- Respondió con nostalgia.

Al despedirse, caminó de vuelta a su casa viendo a su alrededor como bailaba el vapor en forma de ´´S´´ y con una sonrisa extraña, recordaba las faenas que con Domingo solía pasar: - que calor – Dijo.

- Si… que calor- Respondieron, Ana quedó suspensa, ya que no sabía quién era, pues el sol le daba de frente. Pensó de que era su fin, que el Satanás había venido por ella, quizás por su condición; corrió hacia el pozo seco y se escondió, supuso que tirando arena por los aires lograría escabullirse, era una creencia de familia y nunca fallaba, así lo hizo, tiro cuatro manotazos, salió corriendo lo más rápido posible recogiéndose el harapo que tenia puesto pues, le dificultaba arrancar con comodidad, cuando llegó a su casa cerró la puerta, rezó tres padres nuestros y dos ave marías llegando a la conclusión de que se acercaba la hora de su partida de este mundo terrenal.

De pronto recordó el viejo rosario que heredó de la abuela Gertrudis, lo tomó su mano derecha, vio la fecha que estaba en un almanaque de la pared junto a la puerta.

-Carajo, la fiesta patronal, ¿Dónde está la Biblia?- preguntó, pero no había nadie que le respondiera, al final entendió una vez más que como siempre, eran los juegos de su memoria, eran solo sus recuerdos y los cuentos de su abuela los que la perseguían y asustaban a menudo, sin embargo buscó incansablemente su biblia, porque ella por tradición era de las que no la prestaban, no porque era la única sino porque era la más cuidada, entonces recordó que la se la había entregado a la bruja Concia que era la que se encargaba de dar inicio a los ritos de las festividades.

El día de la fiesta, Concia inicio sus ritos sagrado-profanos; hubo grupos de puya, bailadores de cumbia, hicieron sopa de cabeza de bagre, hicieron de todo, fue una fiesta amena, todos se fueron con una enorme sonrisa pintada en su rostro, pero con algo de inconformidad porque no habían traído a los bailadores de cumbia de la ciudad da El Banco, en fin la fiesta les ayudó a olvidar siquiera por un momento su tragedia.

Pero para Ana el cielo se oscureció aún más, quedando sola en medio de la calle mirando al vacio y respirando la gran nube de polvo que se levantaba al pasar la multitud: -es la hora- Dijo con la mano en el pecho.

Así que se fue a su casa, preparo el café, se sirvió un poco en su mejor cuenco, lo dejó en la pequeña mesita que estaba cerca del su taburete, se puso su mejor andrajo y sandalias, tomo un trozo de queso duro, se sentó, cogió el pocillo de café, el cual inhalo llegando a lo sublime, a sus recuerdos de infancia, cuando solía prepararlo al lado de su madre; comió, se acomodó al pie de la viga de su casa y esperó el ocaso de su vida. Allí amaneció, no se levantó del sitio que había escogido para esperar su muerte, observó con atención que no había ave de carroña alguna, aquellas que acostumbraban a pasar por la casa de Ana.


Entonces llovió…

CUENTO - LA DESPEDIDA.


Autor: Jose Daniel Vibanco Villarreal _ IED Lorencita Villegas de Santos.

Una tarde un joven recibió una llamada de su ex-novia, ella le dijo: Yo también sentí lo mismo que tu sentiste anoche, te espero dentro de una hora en el parque, junto al muelle, a orillas del rio. Èl puso el teléfono en su lugar, tomó una ducha, se arregló y salió de su casa, pensó en decirle a sus amigos que ella lo había llamado, pero prefirió dejarlo en privacidad, enseguida cogió una moto taxi; total, era el momento para que ambos volvieran a cruzar palabras, ya que el orgullo no debe ser eterno, ni mucho menos un castigo en juicio.

Al llegar al muelle, se dirigió al parque Mamasuraya, junto a la ceiba que está frente a la discoteca VIP y se sentó en la silla de cemento donde tantas veces disfrutó con ella las tardes de charlas interminables; observó el rio, pensó lo que podría suceder, ¿que le diría ella? ¿De que iban hablar? Miró correr el agua que venia del lavadero de motos, a la gente venir y entre esa gente la vio. Su ex novia se acercaba de manera extraña, totalmente diferente. No usaba sus ropas frecuentes, ahora llevaba un vestido blanco, que hacía ver en su rostro una extraña palidez, su mirada reflejaba una paz inmensa, ¡lucía tan hermosa!, Era como si emanara rayos de luz, vestía unos zapatos impecablemente limpios, del mismo color del vestido. Hacía tanto tiempo que no la veía que quizá por eso la notaba más bella que de costumbre, intentó decirle ¡hola! pero ella le dijo: - Caminemos.

Ella comenzó la conversación. - He sabido que has estado triste y que has tenido muchos problemas.

- Si, esos que nunca faltan -. Contestó en tono seco.

-Te he soñado llorando, te he escuchado gritar afuera de mi casa y no me acercaba a tí, debido a las circunstancias, a tontos orgullos; yo se que tú no querías saber nada de mí, y no te culpo … ambos nos lastimamos demasiado, nos hicimos mucho daño y logramos alejarnos.

-No, no es eso, siempre quise buscarte, pero es que no tuve tiempo-. Dijo él en tono más relajado, pero no fue capaz de mirarla a los ojos.

Siguieron caminando por el Muelle fluvial, sitio donde se encuentran los rìos Cesar y Magdalena, allí donde se encuentran también los enamorados banqueños y se dejan llevar por el embrujo de las tardes rianas , entonces él no pudo evitar mirarla como antes.

- No vengo a discutir, quizá a pedirte perdón. He venido a decirte que aunque las cosas no se arreglaron en su debido momento, creo que nunca es tarde. ¿Sabes? Esperé a que tú me llamaras, para poder hablar, Pero tu llamada nunca llegó…. el esperarte, el pensar en tí, borró mi apetito; se robó mis días de sol… y me fue venciendo poco a poco. Sin embargo guarde Fe, y dije "él llamara" pero nunca lo hiciste. No te culpo pero si te comprendo….

-Si quería llamarte, deseaba hablar contigo, pero me cortaron el celular y estaba mal de bolsillos.

Ella lo interrumpió, justo frente a la virgen de La Candelaria, en el atrio de la catedral del mismo nombre, lo miró fijamente y le dijo:

- Se lo que sentiste anoche, se lo que te pasó, yo también lo sentía en ese momento, pero con mucho más dolor.

-Pero déjame decirte...

- Shii... No me interrumpas solo déjame hablar. Después de sentir eso, grite tu nombre mil veces y grite mil veces perdón, ¡Que lástima que no me hayas escuchado!, ¡Que lástima que no me hayas llamado!, Pero ¿sabes amor? creo que nunca es tarde para perdonar y si te pedí que vinieras aquí fue para entregarte esto….

Ella le entregó en sus manos una cruz, la cual era símbolo del amor de los dos, justo allí, donde mucho tiempo atras él se la había entregado.

Al recibirla, quedo en silencio por varios segundos, solo se escuchaba el canto de los pájaros y el ruido de las motos pasar. De repente reaccionó y dijo:

-¡que significa esto!, ¡dime que te pasa!

- En esta cruz esta mi alma, esta cruz es quien soy, te amo y quiero que la conserves contigo por el resto de tu vida.

Él se quedo sin palabras mientras gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas. La gente lo miraba y lo señalaban, alguien le preguntó. -Joven ¿esta usted bien? Y él respondió. - Si ¿por qué? Lo veo caminar y lo veo llorar,- ¿Le sucede algo?. - Nada, gracias.

Despues no hubo más palbras, solo pensamientos confusos, él la acompaño hasta su casa, ella le pidió que por favor la esperara afuera y él aceptó extrañado por que ella nunca lo hacia esperar en el patio. Se quedo 10 minutos esperando, pero ella no regresaba.

De pronto escuchó voces y vio salir de la casa a los amigos en común, todos con cara triste. Él entro corriendo a la casa, al cuarto de su ex novia. Allí se encontraba la mamá de ella.

El joven con llanto y un nudo en la garganta… Le preguntó. -¿Que sucedió? Dígame, ¿que sucedió?

La mamá, entre sollozos trato de explicarle que enfermó pues no quizo comer desde hacia muchos meses; Le extendió la mano y entregó una carta de su hija, él la miro con incredulidad, si hacía solo minutos había hablado con ella. No era posible que ahora la encontrara en su lecho de muerte.

Comenzó a leer. -¿Sabes amor? Yo también sentí lo mismo que tu sentiste anoche-. No pudo continuar, se la quedo mirando fijo, apretó la cruz con fuerza y llorando dijo: - perdóname, perdóname tú a mí.