Autor: MELISA SARMIENTO RODRIGUEZ
Llevamos mucho tiempo naufragando, hemos perdido la fe, estuvimos esperándolas – si a las sirenas-, ellas nunca llegaron y … ahora todos nos preguntamos de forma apática si la ambición que aquí nos trajo y las fuerzas del dios Poseidón nos llevarán de regreso a nuestras vidas, y nos devolverán nuestras almas, pues el deseo de conocerlas nos las han arrebatado.
Ahora luchamos por sobrevivir en este desolado lugar. Solo escuchamos el vaivén de las olas que traen consigo lamentos de los que habían osado venir a conocerlas, con el paso del tiempo y a medida que estas se pierden en la inmensidad del mar azul se llevan nuestras ganas, ilusiones, recuerdos, poco a poco nuestras almas, luego nuestros cuerpos sin vida pero con movimientos indescifrables… uno tras otro dejamos de existir lentamente…
Nuestra nave se hundió, alcanzamos a salir del barco, antes de que esté se hundiera, naufragando y naufragando, con sed, hambre y con el pensamiento de saber si estamos vivos o estamos muertos.
Toda mirada era azul, había frustración, cansancio desolación y sin movimiento en los labios, de pronto una luz iluminó mi alma, traté de subirme con mis compañeros, no se como tuvimos fuerzas para sostenernos, pero la luz medio la esperanza que ya había perdido, al ver esa luz que se acercaba mas y mas nos dimos cuenta de que un barco grande; gritamos y gritamos y una tripulación se acerco y nos rescató, gracias a esa luz, en soledad, en el mas allá no nos encerró.
Autor: SYOSEISRA NARVAEZ
En el medio del mar, un grupo de personas que viajan en la balsa para hacer una travesía por el extenso mar, pasado varios días de navegación se encontraron con una gran sorpresa, el monstruoso mar estaba embravecido y las fuertes olas pegaban con ímpetu a la pobre valsa de madera que se estaba despedazado. Angustiado todos empezaron a clamar cada uno a su Dios con el miedo que los embargo a todos, unos tomaron la decisión de lanzarse, otros seguían implorando arrodillándose, otros de pie, uno de todos ellos era cristiano evangélico dijo: una frase viendo la desgracia que los rodeaba con el corazón en la mano ¡sálvame maestro mira que perezco!
Autor: Ánonimo
Seguimos en uno marcha interminable y sin rumbo alguno, para llegar a nuestro destino, que aunque no sabemos cual será lo recorremos, lo aceptamos y lo imaginamos, a nuestro acomodo… partimos desde un punto olvidado y seguimos un camino que según dicen unos no existe pero que la mayoría de nosotros se aferran a ella.
Nuestro camino es largo lo sabemos. El barco, como viejo cansado por los golpes de una vida agobiada tiende a caerse a pedazos por las interminables olas, de ciento cincuenta personas entre ellas mujeres y niños ahora somos veinte y cada día que pasa hay uno menos; algunos por la muerte que ya desde antes de entrar al barco los perseguía otros por el hambre y unos mas por la resignación se suicidaron. Aún seguimos esperando encontrar algo, los años me han hecho olvidar que es o porqué emprendimos esta marcha, lo olvidamos ahora solo queremos encontrar tierra, queremos mostrarle a aquellos niños del mar apodados así por nacer en algún punto del mar, quel mundo fantasioso que un día pensamos que era cruel pero que con el tiempo ya lo llamamos paraíso, la tierra, adorada por nosotros como un dios.
La última tormenta destruyó el barco, que parece también llevarse consigo la esperanza. Estamos naufragando, solo diez quedamos son contar a cinco moribundos, ya solo nos queda esperar o luchar con nuestros espíritus que quieran huir de nosotros y morir.
Ya sin esperanzas paso lo imposible lo que nadie pensó jamás volver a ver, un barco, dudoso por lo que veíamos lo consideramos ilusión colectiva como sucedió varias veces, uno de nosotros no se resignó a morir como los demás se levantó son una voz de tal estruendo que hasta el mas tubo miedo, se calmó dejando verlos, el cayó en el mar y murió, fuimos salvados nosotros los incrédulos.
Autor: JORGE CÁRDENAS MOLINA
Hace muchos años, con mis sueños sabía que era, la verdad. Muy feliz.
Podía transformar las mariposas en fieros dragones, hacerle el amor a la mujer del vecino, convertirme en anciano, con larga barba blanca, o solo dejarme llevar tristemente por las basuras insalubres de las imposiciones sociales.
Hasta que una vez sin querer dejé de ser libre, me embarqué en la tabla de la desesperanza, comencé a navegar en el mar de la verdad.
Con el tiempo solo escucho el grito de los mil llorones que cada día atormentan mi vida.
Entonces tuve que entender que ya no podía soñar, que mi libertad había terminado, que me había convertido en un ser amorfo, que no tenía esperanzas, que el insomnio se había apoderado de mi.