Allí, a orilla de la carretera, donde queda el basurero de esta ciudad olvidada de Dios y el Diablo está su cuerpo, yace placidamente como extasiado por conseguir su sueño, por soñar placido y eterno. Su vida había acabado antes de empezar, lo sabía y solo quería encontrar rápido su fin, era un joven bueno y si se tiene en cuenta que no hay muerto malo, podemos considerar entonces que era extremadamente bueno, bueno salvo por los 18 atracos, 4 violaciones, 3 homicidios y otras tantas pequeñas fechorías, era bueno, al menos para su madre siempre lo fue.Los golpes y la violencia fue música para sus oídos; inspirado por los peores años de su madre fue adentrándose en el sub mundo. Ahora estaba en su lugar natural, plácido entre la bazofia yace inerte, a la vista de todos, como diciendo: aquí me tienen, donde me querían.
Un día nada más y no se cumplirá tu profecía, había dicho la noche anterior a la puta de siempre, a su amante y vaticinadora de cabecera desde hacía año y medio; ésta le había sonreído y con su mirada triste le aseguró: no cantes victoria, un día es un día.
Allí está, sin conocer su cédula se encontró de frente con la mano del dios de la muerte, con el miedo, porque pese a saber que le acechaba y aseguraba no temerle, la verdad fue demasiado ante sus ojos de niño asustado. Pidió a su verdugo un minuto y rezó. El fogonazo sonó y su cuerpo muerto se desplomó en aquel mundo de desechos.
El que a hierro mata a hierro muere, dijo el asesino; de pronto cayó en la cuenta del peso de sus palabras y se perdió en busca de su propio fin.
Agustin Valle Martinez
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AMORES BURROS
Por: Edward Torres Ruidiaz. Noviembre de 2007.DRA.
Cuando volvió a su apartamento por la noche, el Dr. Karl Mozo encontró en la portería la comunicación de su nombramiento como Personero del municipio de Margarita-Bolívar pero prefirió ignorar el papel, convencido de que era el inicio del proceso de desalojo formal. Era obvio. Había ensayado todos los atajos jurídicos posibles para demorar la resolución de una deuda que desde un principio había decidido no pagar. Tardaba menos elaborando un nuevo memorial que admirando los detalles preciosos que iba tomando su redacción y se regodeaba imaginando el gusto del juez con sus adjetivos estratégicos, los sustantivos formales y las rimas de sus argumentos. No de otra manera podría explicarse que en tres años de pleito aún no lo hubieran lanzado. En algo tenía que transpirar su talento ante la falta de pleitos que le generasen algo de dinero.El domingo temprano bajó a la portería y volvió a ver el sobre, lacrado como alguna vez leyó que lo firmaban los virreyes de la época de la colonia, pero volvió a ignorarlo. El sabor del ron de caña, que especialmente recibía cada mes desde la costa, había hecho sus estragos y el sabor a mierda vieja de su paladar le hacía la antesala a su aliento.Fue una sola borrachera seguida hasta el lunes y tirado todavía en el piso observó como el sobre lacrado reptaba por debajo de la puerta hasta el borde de la alfombra. Volvió a ignorarlo y se bañó luego de enjuagarse la boca con otro trago de Ron de Caña pero cuando iba a tomarse otro a la salida, volvió a ver la carta pegada a la puerta de la nevera y decidió abrirla.Ni siquiera llamó a confirmar la veracidad del nombramiento. Empacó sus dos vestidos de corbata, tal como rezaba el oficio, y el martes a las tres de la mañana partió hacia Margarita Bolívar.La mañana se hacía más caliente por los siete discursos que precedieron su retraso a la ceremonia de posesión en el Concejo Municipal. Los primeros correspondieron a la bancada conservadora, quienes rememoraron la estirpe goda de su Abuelo. En cambio los de la bancada liberal no ocultaron la insatisfacción con la designación de un cachaco en un puesto que, precisamente debía conocer las preocupaciones diarias de las personas más humildes y que lo peor que un Cachaco era un cachaco impuntual como el que les querían imponer.En esas estaban cuando el espacio del municipio en el día fue oscurecido por una nube de pisingos, espantados por el estruendo de cataclismo del avión que posó sus alas en el río y del cual bajó Alfonso Lopez Michelsen. Bueno, eso fue lo que dijo alguno y que el resto repitió. Pero era el Dr. Karl Mozo, embutido en la elegancia de su likiliki, blanco hasta los zapatos y sonriente hasta el alma.Ni siquiera el Alcalde de Mompós en su vida había llegado al Despacho con una pinta de aquellas y en avión, como lo estaba haciendo el Personero de los Margariteños. Pero el toque máximo de distinción fue ver a Lopez Michelsen tomarse a pico de botella un trago de ñeque con los pescadores que lo embalsaron hasta la orilla. - Es como nosotros pero fino. - Se comentó en un murmullo que acabó con la discusión y a las nueve de la mañana ya se esta estaba posesionando en su nueva oficina como Personero Municipal.Las finas maneras que le otorgaba su vestido con corbata, iluminaron especialmente su Oficina y al municipio. Estableció multas a quienes pastaran animales en la vía pública y así acabó con las minas quiebra patas, como eran llamadas las postas de mierda de los cerdos, y con el espectáculo morboso de los niños haciéndoles el amor a las burras detrás de la iglesia en pleno mediodíaLa gente se inventaba mandados que hacer en la Personería, y más aún desde que estableció el servicio de tinto y ficho de atención para los visitantes, como había visto hacer en la Personería de Sonsón-Antioquia. Desde que reconvino al Alcalde en público por ciertos detalles en los libros de presupuesto de la Alcaldía, quedó establecido el procedimiento insalvable de su visto bueno para todas las solicitudes por escrito con destino a cualquier otro nivel del gobierno municipal.Ya para entonces los profesores del Liceo recomendaban que la mejor clase de ética y protocolo consistía en tener al Personero como invitado a almorzar en la casa. Los padres de familia se lo disputaban y los estudiantes no le perdían detalle al estilo de su cuchara, la servilleta en las rodillas, su forma de masticar mirando a los ojos al interlocutor y a su fino estilo para desnudar el alma de las muchachas bonitas sin peinarlas con la mirada. Que se recuerde, el Dr. Karl fue el primer Margariteño que se dio el lujo de cumplir los cuarenta sin mujer conocida y no ser tenido por marica. Es que por fin se podía mostrar un Margariteño sin pena en cualquier parte sin que saliera, como el Alcalde, haciendo peloticas con los mocos en público.Los debates en el Concejo se hicieron más frecuentes y concurridos desde que escucharon al Dr. Karl quebrar la voz como Jorge Eliécer Gaitán y recitar, con la precisión de los filigraneros de Mompós, un rosario de leyes y decretos en el debate contra el dueño de quince cerdos decomisados en la política contra los semovientes, quien alegaba el derecho al trabajo, su derecho particular sobre el espacio público y hasta el derecho de los animales sobre este como parte integrante que eran del medio ambiente. La sesión no alcanzó para llegar a una conclusión por lo que tocó aplazarlo para el lunes siguiente.Por todos sus pergaminos, la Casa Cural lo designó como padrino multitudinario de los treinta y siete matrimonios en pecado que aún quedaban en el pueblo, a realizarse en simultánea el sábado. Ese día se estrenó el saco de lino blanco con una corbata de bolitas rojas a la altura de la pretina y fue el encargado de entregar ante el altar, una a una, las flores usadas a sus maridos de modo que, por su mediación, medio pueblo terminó emparentado entre si. Esa noche bailó hasta el éxtasis con las treinta y siete comadres pero cuando iba por la mitad se le empezó a notar la falta de mujer de los últimos tres meses. Los tragos entre pausa y pausa empezaron a colorearle la mirada. Por eso era que nunca había aceptado tomar Whisky pero no podía despreciar a los anfitriones. Las comadres que siguieron sentían el bolillo endurecido entre sus piernas pero hábilmente lo ocultaban entre las suyas para evitarle incomodidades al refinado compadre. Algunas incluso pensaron que debía ser de mala educación no acogerle una urgencia de aquellas al compadre, inconscientes de que al final lo dejaron más entonado.La brisa de la madrugada terminó de emborracharlo aún más y por la hora emprendió el camino a pié por la única calle del pueblo más largo del mundo. Se recostó contra un almendro de la plaza a vomitar el chivo guisado cuando vio las cuatro burras dormidas en el atrio de la iglesia. Rememoró sus amores de adolescente y empezó a curiosearles el rabo hasta que sin darse cuenta estaba a su gusto. Completamente sin ropa agarró instintivamente una varita con la cual empezó a rascar apasionadamente el espinazo del noble animal que le respondió con un ritmo femenino en las caderas que le subió la borrachera a la cabeza como alka seltzer burbujeante hasta que por fin se deshizo de la media tonelada de cemento que le taponaba el cerebro.Lo único bueno del Whisky era su inmunidad al guayabo, así que madrugó a terminar la ponencia para establecer definitivamente la Ley de Control de Semovientes en el Concejo. Halló una sentencia del Tribunal Administrativo de Antioquia, respaldada por una acción del Alcalde de Jericó quien decomisó y remató, sin derecho a apelación, la recua de mulas de su propia madre por pastar en la vía pública. Incluyó el párrafo de las motivaciones, insertó el caso de Jericó y adornó el comienzo y el final con un par de anécdotas que le escuchó a los ordeñadores en la madrugada sobre como una vaca alambrera había sido la verdadera causante de la masacre de la finca La Fuga y no las motivaciones políticas que narró la prensa.La historia de La Fuga en realidad sobró en el debate porque apenas leyó el caso del municipio de Jericó ya toda la bancada de nueve Concejales estaba a favor de la polémica ley y a punto de dar el pupitrazo definitivo pero desde las barras el dueño de la recua de cerdos decomisados le increpó, en voz alta para que todos oyeran: - Pa jodete, Personero burrero -.
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