El gitano descubrió en su vagabundaje por el mundo, que el mar rojo no era rojo, que el mar negro era verde, que el mar muerto estaba vivo y que el Danubio no era azul, como creería uno de los grandes maestros de la música clásica. Saber esto a los diecinueve años ya era una proeza, pero más proeza era aún, su habilidad para tejer utopías. Su cabello esponjado y alborotado no muy distinto a su espíritu, lo hacia notar en un pueblo casi mudo, donde la construcción mas grande era el campanario de la iglesia.
En Hungría vendió saxofones, en Indonesia conseguía dragones de cómodo para los circos, en Australia hizo una mediana fortuna comerciando piel de cocodrilo, en Brasil trabajó de ebanista, en Turquía recolectó café y fue mesero en Estambul, en Irán crió cabras, en El Vaticano vendió camándulas, practicó el trueque con indígenas de Panamá, navegó en barcos infectos, recorrió caminos pedregosos y cruzó violentos ríos, pescó en el mar de Galilea, fue fogonero en el tren del fin del mundo y probó el opio en Saigón.
Maldijo el día en que tomó esa embarcación donde todos lo miraban extrañados por su encrespado pelo largo, sus patillas largas y oscuras, su argolla de plata en la oreja izquierda y su camisa negra de bolas blancas. El primer enemigo fue el cura, que sin saber su credo lo excomulgó apenas lo vio; El comandante militar le esculcó su pequeño equipaje incautándole la daga que heredó de su abuelo y lo arrestó cinco días por circular armado en su jurisdicción. No imaginó que en el ocaso de su larga vida aún se encontraría en ese pueblo, sentado en unas ruinas de madera frente a un mar de agua dulce, querido por ese pueblo que en un comienzo lo rechazó. Cambió su nombre gitano de calé por el de Pedro, Pedro Albundia “El Temible´´.
Yo un hombre no muy agraciado, un poco despeinado, en mi corta vida con tan sólo diecinueve años he conocido y me he dado cuenta de cosas increíbles, cosas tan simples como que el Mar Negro era verde, que el Mar Muerto estaba vivo y que el amor para mi no existe. me rodeaba un lugar y un ambiente un poco tenue y solo, alejado no había grandes lugares que visitar, sólo el campanario de la iglesia, donde todos los habitantes solían llegar a observar.
Tuve viajes inolvidables, estuve en Hungría, Indonesia, Australia, Brasil, Turquía y muchos lugares más, en cada uno de ellos intente ganarme la vida. Caminé lugares inimaginados, visité sitios realmente hermosos, contemple muchas veces el sinónimo de belleza, también el de felicidad.
llegue a un lugar donde para todos, creían que era el más raro, no dudo que por mi apariencia hippie y mi espíritu un poco aventurero fue el que no le agrado al cura, de una me lo eche de enemigo. Llegue a estar en la cárcel por portar una simple daga que había obtenido cuando niño como un regalo de mi abuelo. Nunca imaginé regresar a ese lugar triste y abrumador en el cual perdí tantos días de mi hermosa vida, y que recuperé en mis largos viajes. Hoy estoy aquí, donde no imaginé volver a estar, frente a un mar más triste que el propio pueblo que un día me odio y el cual creo hoy que me quiere.
Hoy decido no seguir siendo yo. Aunque mi nombre gitano es lo que fui, hoy soy Pedro Albundia " El Temible"
Luz Angela Lopez.
Yo era el gitano que había descubierto en una aventura por el mundo, que el Mar Rojo no era rojo, que el Mar Negro era verde, que el Mar Muerto vivía por siempre y que el Danubio no era azul. Supe esto con mi corta edad, tan solo diecinueve años, era ya una proeza, pero más lo era mi habilidad para tejer mi vida llena de fantasías. Mi cabello esponjado y alborotado, hacía notar también mi personalidad loca y descabellada en un pueblo casi mudo, donde la construcción más grande era el campanario de la iglesia.
En Hungría vendí saxofones, en Indonesia cocinaba para un restaurante en el que su especialidad eran los insectos, en Australia hice una mediana fortuna comerciando piel de cocodrilo, en Brasil trabaje como un pobre y arrastrado ebanista, en Turquía trabajé como recolector de café y en Irán en medio del mounstro desértico como pastor de ovejas. Navegue en barcos infectos, recorrí caminos pedregosos y cruce violentos ríos, pesqué día y noche en el mar de galilea y fui fogonero en el tren del fin del mundo.
Maldije el día en que tome una embarcación donde todos me miraban extraño, por mi cabello largo y encrespado, por mi forma de vestir y por una argolla de plata que llevaba en la oreja izquierda la cual me dieron un grupo de indígenas en el amazonas.
Joseph Herrera Morales.