Los docentes del Magdalena, se pusieron manos a la obra en el desarrollo del Taller de escritura creativa "Puro cuento", dentro de la programación del Ministerio de Educación.
Veamos algunas de las historias producto de esta actividad, desarrollada en las ciudades de Santa Marta y Ciénaga Magdalena:
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ANTOJOS
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Por: Francisco de Jesús Navarro Fonseca.
Docente de la I.E.D “Tomás Herrera Cantillo” de Peñoncito Magdalena.
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Grey Villarreal tiene seis meses de embarazo, su barriga la hace mucho más bella que antes, incluso, que cuando fue Señorita Mompós. Ahora es una señora, ama de casa con una canasta de mercar pendiente del brazo. Acaba de salir de la súper tienda y como Pedro Navaja, mira pá un lao, mira pá el otro, y entonces… lo ve, está ahí, tirado en el suelo, en la mitad de la calle por donde todo el mundo pasa y pisa. Ella desde el andén hace fuerzas para que nadie pueda aplastarlo. Con la velocidad propia de las embarazadas, se entrecruza con transeúntes y vehículos motorizados para aproximarse a su objetivo. Cuando lo tiene a su alcance y ha encontrado el momento preciso para agacharse a recogerlo, se le acerca una pareja de amigos que llega a saludarla; esta situación, en lugarde causarle alegría, la incomoda y la irrita, pero como era de esperarse, se libra de ellos, argumentando que está de afanes, que el almuerzo, que los niños, que los oficios, que el esposo, hasta que al fin… se despiden. Grey Villarreal expira toda la tensión que había retenido en su cuerpo, flexiona las rodillas, y con la mano derecha, limpia y fragante, levanta un mojoncito de perro, blanco y seco, que con gran agilidad guarda en uno de los bolsillos de su bata.
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LA HOJA EN BLANCO
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Por: Aramis Suarez
Docente IED Manuel J. del Castillo de Ciénaga, Magdalena.
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Llegue a un taller literario o de escritura creativa, como se dice ahora, con la idea de que aprendería a escribir un cuento.
Me sumergí inicialmente en las aguas del reconocimiento, comprobé su profundidad, hasta cuando me di de cara con la hoja en blanco, la mire; la palpe, la olisqué pero nada, no salía nada, ni una historia, ni una anécdota, y menos una sola palabra.
Por algún momento sentí su mirada inquisidora, en otro que se compadecía de mí. Como si me esperara impasible. Rebanadas de recuerdos se pasean por mi mente, pero ni las historias de putas; la del recién casado que en la noche de bodas dejo por unos minutos a su mujer para enseñarles a los niños de la cuadra como cogía una burra, parecían merecerla, la hoja seguía en blanco, un poco mas sucia ahora, contemplando mi impotencia.
Son las doce en punto, me deja el tren del taller literario, sus pasos son ya seniles y la hoja en blanco sigue ahí impasible, será que…
...de todas maneras esto es un cuento?
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EL RELOJ FANTASTICO
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Ingris Polo Cabrera
Docente IED 12 de Octubre de Ciénaga, Magdalena.
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Había una vez un niño llamado Pepín, soñador, encantador, pero a veces se mostraba algo extraño por sus increíbles ideas.
Un día Pepín salió, acompañado de su madre, a la plaza del pueblo, le dijo a la madre que quería un helado, fueron hasta la heladería, la cual estaba llena y les toco esperar que se despejara un poco; durante esa espera, en medio del tumulto Pepín miró al piso y observo que había un reloj, de pulso tirado en el suelo, se agachó lo recogió y se lo escondió en su bolsillo.
Mas tarde cuando estuvieron de regreso a casa, Pepín sacó su reloj y descubrió que era fantástico, ya que con solo inclinarlo hacia determinado objeto y apretar un botón, este se congelaba.
La mamá empezó a notar que, en pleno verano, habían cosas congeladas en casa y le pareció muy extraño, hasta que Pepín le conto lo sucedido; la mamá muy ofuscada le dijo que debía botar ese aparato, que era dañino, maligno, pero para Pepín el único aliciente de su felicidad.
Un día Pepín salió, acompañado de su madre, a la plaza del pueblo, le dijo a la madre que quería un helado, fueron hasta la heladería, la cual estaba llena y les toco esperar que se despejara un poco; durante esa espera, en medio del tumulto Pepín miró al piso y observo que había un reloj, de pulso tirado en el suelo, se agachó lo recogió y se lo escondió en su bolsillo.
Mas tarde cuando estuvieron de regreso a casa, Pepín sacó su reloj y descubrió que era fantástico, ya que con solo inclinarlo hacia determinado objeto y apretar un botón, este se congelaba.
La mamá empezó a notar que, en pleno verano, habían cosas congeladas en casa y le pareció muy extraño, hasta que Pepín le conto lo sucedido; la mamá muy ofuscada le dijo que debía botar ese aparato, que era dañino, maligno, pero para Pepín el único aliciente de su felicidad.
Pepín siempre se mostraba muy retraído, y desde que encontró el reloj, su vida, su actitud cambio, de repente el pensó en tirarlo a la basura, cuando instantáneamente pensó: “el problema es mi mama, no el reloj”.
Fue entonces cuando decidió congelar a la mamá y seguir siendo feliz.